Pocos músicos como Juan Luis Guerra han contribuido tanto a internacionalizar los géneros traídos de su tierra, entre los que destaca el merengue y la bachata. Conocido y galardonado a nivel mundial, es capaz de aparecer incluso en una breve conversación entre taxista y servidora justo antes de su actuación. «Durante los noventa sonaba día y noche en las discotecas. No canta este reggaeton que gusta tanto a los jóvenes, pero nos hacía bailar cuando ponían sus pegadizas canciones». Por supuesto, Guerra es mucho más que una ristra de hits bailables, pero lo cierto es que sentar cátedra a ritmo de bachata se la da tan bien como mover el esqueleto. Lo demostró anoche durante su concierto en el Auditorio Cortijo de Torres ante más de 6.500 personas. El cantautor dominicano caminó por la senda de los ritmos tropicales, con algún que otro guiño al son afro-caribeño, la salsa y el góspel.
La primera fila, coronada por una gran bandera del país dominicano y decenas de minúsculas banderolas, no pudo evitar gritar segundos antes del comienzo del directo. Para algunos, Juan Luis Guerra es toda una institución y su concierto, una «manera de desahogarse mientras se baila». Así fue para algunos durante las casi dos horas que duró este espectáculo con 16 profesionales encima de las tablas, 17 si se cuenta al músico. ‘Cookies and cream’, uno de sus últimos éxitos en los que se puede leer alguna línea impregnada de crítica social, inició un concierto tan solvente como los solos de su inseparable banda 440. Le siguieron más temas de su último trabajo, ‘Todo tiene su hora’, como ‘La travesía’ o ‘La llave de mi corazón’. No tardaría en llegar una de las canciones más insignes del cantante. ‘Ojalá que llueva café’ fue recibida por el público como agua de mayo.
«Hace aquí un calor muy parecido al de mi tierra», confesó el cantautor, que no tardó en preguntar por la procedencia de los asistentes. Muchos dominicanos, venezolanos y colombianos alzaron la mano. «¡También veo muchos malagueños!», exclamaría momentos antes de proseguir con su actuación. Entre clásicos y un medley de salsa, aparecería una de las joyas de su último trabajo, ‘Muchachita linda’, una bachata dedicada a su hija Paulina. La Málaga más bailonga se puso en pie para mover las caderas. Tampoco faltaron merengues a la altura de ‘Para ti’, una canción inspirada por «el rey de reyes, Jesús», en palabras del dominicano.
Fue ‘La bilirrubina’, aquel éxito de 1991, la que hizo que miles de asistentes se movieran de punta a punta. Pero no fue hasta los bises cuando el público se llegó a emocionar tarareando eso de «quisiera ser un pez para tocar mi nariz en tu pecera». Aquella sugerente canción inspirada, según Guerra, en ‘Rayuela’ de Cortázar, haría vibrar al público. Y es que en directo gana mucho. Al igual que ‘Frío, frío’. Apenas quedaban dos o tres canciones para el final. «Gracias por tanto cariño, gracias Málaga». Juan Luis Guerra se nos iba y claro, los gritos no cesaban. Todos querían más. ‘Las avispas’, aquella canción tan sensual (y sexual), puso el broche de oro a una fiesta que se vio empañada por las quejas de algunos asistentes. Justo antes de que empezara el concierto, unas 20 personas reclamaron sus asientos porque, al parecer, desde alguna plataforma de ventas se imprimieron por error entradas con el mismo número. Finalmente, la organización se encargó de reubicarlos, según explicaron desde la promotora.
Créditos: diariosur.es / Isabel Vargas / Foto: Hugo Cortés