Juan Luis Guerra contagió anoche de ritmo y romanticismo a las 12.000 personas que acudieron a disfrutar de su concierto en el anexo al Estadio de Gran Canaria. El dominicano, viejo conocido de las Islas, supo poner a bailar a los congregados con una sabia combinación de temas recientes y otros clásicos. La actuación se encuadra dentro de la gira Todo tiene su hora Tour, que lo lleva por distintos puntos de la geografía española junto a sus incombustibles 4.40.
Las puertas se abrieron a las 18.30 horas, para dar paso a los miles de fans que se agolpaban a las afueras del estadio durante horas y bajo un sol abrasador. En ese momento, sus seguidores más acérrimos salían disparados hacia el escenario en busca de un sitio privilegiado desde el que poder ver al creador de La bilirrubina y tantos otros éxitos inolvidables.
Tres años después de su últi-mo concierto en la Isla, regresó anoche para presentar su nuevo repertorio musical con un espectáculo único. Sobre un escena- rio de 275 metros cuadrados el cantante ofreció un potente di-recto que resonó con 200.000 vatios de sonido.
Un vídeo de presentación calentaba motores para la salida del vocalista, que se retrasó 25 minutos sobre el horario previsto inicialmente, las 21.00 horas. El cantante, que hacía su primera parada en las Islas después de su exitoso recorrido por Europa, salía al escenario en una cabina de teléfono antigua, que hizo las veces de ascensor.
Abrió fuego Cookies and cream, una de sus creaciones más recientes, y desde ese primer momento fue evidente que el dominicano iba a establecer una fluida conexión con el público, con sabios guiños hacia la tierra que lo acogía anoche. Así, cambió un fragmento de la letra para sustituir la original por un “Las Palmas caliente”.
Guerra apareció en escena con un chaleco y tocado con boina, un atuendo que combinaba con el que exhibían los componentes de 4.40. Cada canción venía acompañada de su correspondiente vídeo, con un importante despliegue luminotécnico. El público no se perdió ni un detalle del vocalista gracias a las tres pantallas de vídeo gigantes situadas a ambos lados del escenario y en la trasera de la torre de control, lo que facilitó que el concierto se pudiese disfrutar plenamente desde todos los ángulos.
A esta canción siguieron La travesía y Ojalá que llueva café, uno de sus títulos emblemáticos y la melodía que le abrió las puertas del mercado español. Tras este tema hizo un parón para saludar a los muchos latinoamericanos presentes en el recinto, lo que hizo saludando país por país. Guerra tiene muchas tablas y es un maestro en meterse el público en el bolsillo, sabe cómo atraérselo y ayer los asistentes le siguieron en su fiesta de merengues y bachatas. No faltó, por supuesto, el pío pío.
Las dos canciones siguientes fueron La llave de mi corazón y Mi bendición. Esta última se la dedicó a su mujer y a todos los maridos que llevan más de veinte años con sus esposas.
Había cierta prevención con respecto al sonido en el espacio de Siete Palmas, tras la poco satisfactoria experiencia de Marc Anthony, que arrojaba desiguales calidades de sonido en función de la localización del público. Anoche esta cuestión estuvo mejor, si bien la voz no se escuchaba con nitidez en los temas lentos, las célebres bachatas.
Tramo final
Así se fueron sucediendo los temas, entre ellas la célebre Niágara en bicicleta, hasta llegar a la traca final, a La bilirrubina, con la que los asistentes entraron en trance. Pero el público no se iba a conformar con eso, y a golpe de pío pío pidieron más. Llegaron los bises, ente ellos Burbujas de amor, el acuario romántico. Pasadas las once de la noche, y después de una buena descarga musical, el concierto finalizó.
Juan Luis Guerra ofreció el buen espectáculo que ya es marca registrada de su quehacer escénico. El coro se arrancó a bailar en varias ocasiones y los músicos, sólidos en su acompañamiento, tuvieron también pequeños espacios para su lucimiento, como un solo de percusión muy aplaudido.
Un concierto de Juan Luis Guerra es ante todo el repaso por un cancionero que ya forma parte de la memoria colectiva de millones de personas. La actuación cumplió con lo prometido y recorrió el extenso catálogo musical del cantante, interpretando desde los nuevos temas de su decimocuarto trabajo discográfico, Todo tiene su hora, hasta sus grandes éxitos. El sello personal del intérprete, esa voz inconfundible, el ritmo que puso a bailar al público durante toda la noche, completan una oferta que sabe combinar lo rítmico con lo romántico como pocas. Juan Luis Guerra es maestro de merengues, pero también de bachatas, sube y baja el tempo con maestría y en ambos registros sabe alcanzar altas cotas.
Aunque no se agotasen las entradas, la productora quiso aprovechar las posibilidades que ofrecía la parcela del Estadio y añadió una nueva Zona Premium, que esta vez incluía asientos numerados en unas gradas en las que, aquellos que así lo prefirieron, pudieron disfrutar del concierto cómodamente sentados. Esta se encontraba ubicada junto a la ya tradicional Zona Vip, desde la que se podía disfrutar de las mejores vistas del escenario.
Y justo detrás, la zona que más personas congrega siempre, la general, donde permanecer de pie o estar más lejos del escenario no supone un problema para las miles de personas que son fieles a esta zona.
Las múltiples barras dispuestas por todo el recinto fueron el aliado perfecto para una noche de verano que, a pesar de refrescar una vez que se fue el sol, seguía registrando altas temperaturas.
Juan Luis Guerra es un artista que actúa con relativa frecuencia en las Islas, donde siempre es bien acogido. Desde el boom de Bachata rosa, al principio de los años noventa, sus giras europeas suelen contar con fechas en las Islas. En este caso, además del concierto grancanario hay previstas otras dos fechas, en Tenerife y La Palma.
El dominicano, reconocido cristiano, ha sabido combinar los discos en su habitual estilo con otros de temática creyente, ela-borando una especie de góspel latino. Su preocupación social se traduce en colaboraciones con diferentes colectivos y asocia- ciones, así como en la composición de canciones que analizan la situación socioeconómica, como El costo de la vida. Y todo eso sin olvidar mover el esqueleto, que el ritmo es fundamental en su repertorio.
Guerra es además un músico de una excelente e inusual formación para el género que practica, pues estudió en la célebre escuela de Berklee, cuna de muchos de los mejores solistas de jazz. Este conocimiento le ha permitido elaborar un estilo algo más sofisticado. Su irrupción en el panorama internacional a finales de los ochenta y principio de los noventa supuso toda una revolución y revitalizó métricas como el merengue, que alcanzó nuevos públicos. Además, introdujo otros muy poco conocidos en países como España, caso de la bachata, que ya han adquirido carta de naturaleza. La enorme popularidad de entonces le ha permitido mantener un público amplio y fiel, que sigue sus trabajos con avidez y acude a las distintas presentaciones en directo.
Créditos: laprovincia.es / Victoria Fraguela Duque